viernes, 11 de mayo de 2012

Nada que decir


Hay tanta luz que me escondo bajo mis enormes gafas de sol, como un búho de madera, de esos que antes coleccionaba. Siempre he tenido alma de vieja con síndrome de Diógenes, o de urraca. Ahora, supongo, colecciono un embrollo de palabras: que se han dicho, que se han ahogado, que he imaginado… de todo un poco. Los búhos, al menos, ocupaban espacio y se reivindicaban reales. Las letras… no sé.
Hace poco me dije, como tantas otras veces, que si tu voz ya no llega, seguiría al viento. Pero resulta que… cuando una es una veleta, los golpes de aire te agitan pero no te mueven.
A veces, con una elegancia fingida, trato de que no importe. Lo que sea. Cabeza alta… pero mi sombra se burla de mí. ¡Qué difícil!
Estos días arden, envueltos de un humo agotado que nos llena de hollín los pulmones. Cuesta gritar, con esta afonía gris.