miércoles, 18 de mayo de 2011

La condena

El mar de naranjos,
la luz cambiante entre mis dedos,
el traqueteo del tren.
Otro tiempo, otra vida, otra yo.

¡Qué gris! Todo gris, infinitamente gris.

Veinte años y su fuerza,
que año tras año se han ido gastando.

¡Zas! Una vuelta, y te das contra un espejo.

Ni el muelle ni la fábrica están en pie,
y las golondrinas anidan en otra parte.

Son los golpes de Vallejo,
que dejan agujeros hondos
donde se cuela el viento.

¡Qué débil! Tan frágil, quebrada.

Tenía que salir corriendo.

Ahora me escondo,
tratando que no me encuentre el tiempo.

Persigo a un dragón enorme y plateado,
que me raciona el aire,
que huye de mí.

Yo sólo puedo seguirle, como un perro fiel,
plagado de pulgas.

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