- ¡Detente! ¡No corras!
Apenas salía mi voz, mientras me asfixiaba corriendo, intentando frenar la estampida. Pero era tarde, lo sabíamos los dos.
Con su carrera enloquecida había despertado a todos los paraguas que, como misiles nos atacaban por todos los flancos.
Un último recuerdo. Su voz diciéndome, como en un sueño, "tenías razón, debí haberte esperado" .
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