martes, 22 de febrero de 2011

Recuerdo la fragilidad de tus manos.


No eran de gigante, o tal vez sí, no me he cruzado con muchos.
Las miré y remiré, mientras hablábamos, mientras andabas, mientras bebías… no sabía cómo definirlas: ¿sensibles? ¿suaves?
De pronto, como suele ocurrir todo, volvieron a mi mente. –Demasiado tiempo después-.
Frágiles. De una delicadeza indescriptible.
Pensarás que estoy loca. No me importa, yo lo he visto.

Un día de estos compraré embalaje de burbujas, tal vez tengas tiempo para explotarlo conmigo, como dos idiotas. Yo creo que será divertido.

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