Los cordones de las botas se han convertido en pesadas sogas que,
se enganchan y enredan allí por donde piso.
Hay tantos nudos que apenas me puedo mover ya.
Voy a tropezar, yo sola, y me daré de bruces contra el suelo.
Patalearé, como siempre,
despotricando contra la conjura universal que me hace tambalearme.
Y luego, después de convertirme en cenizas, me levantaré…
soñando con que calmes mis neuronas acariciándome el pelo.
¿Será que soy muy torpe y por eso siempre me caigo?
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